A mal empleo, peor salud mental

  • Tribuna de Gerardo L. Argüelles, Salud Laboral y Acción Sindical de CCOO de Asturias, en "La Nueva España"

28/04/2023.
A mal empleo, peor salud laboral

A mal empleo, peor salud laboral

El trabajo puede ser una fuente de satisfacción y no solo de ingresos, pero también convertirse en un calvario si nos enferma o nos conduce incluso a la muerte. Porque el mal empleo empeora la salud, también la mental.

La presión y sobrecarga en el trabajo, la incertidumbre laboral, la precariedad generalizada, los ambientes tóxicos suelen estar en el origen de muchas problemáticas de salud mental de los trabajadores y trabajadoras. La OMS estima que al menos un 20% de la población padecerá algún tipo de afectación. La salud mental no se puede disociar de la salud laboral y debe abordarse poniendo el foco en las condiciones en las que se desempeña el trabajo. Por primera vez la salud mental figura entre las prioridades de la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2023-2027.

El sindicato lleva décadas abordando el problema de los riesgos psicosociales asociados al empleo, y este 28 de abril, Día Internacional de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, dedicará su habitual jornada con los delegados y delegadas de prevención precisamente a conocer con mayor profundidad la problemática de la salud mental, las variables prioritarias sobre las que es necesario intervenir, las líneas de trabajo y estrategias para hacerle frente. 

En una de las últimas guías elaboradas por el sindicato, en 2015, el entonces responsable confederal de Salud Laboral, Pedro J. Linares, advertía que el modelo de relaciones basado en la reducción de costes laborales y el aumento de beneficios a corto plazo y sin límite de las empresas se anteponen generalmente al bienestar y la salud de los trabajadores y trabajadoras. Además, los recortes de personal, el incremento del ritmo y la cantidad de trabajo, el desarrollo de la competitividad entre las personas trabajadoras, el aumento de la exigencia de disponibilidad y el empleo temporal obstaculizan la posibilidad de combatir los riesgos psicosociales en origen.

Frente a los mensajes interesados de muchas empresas, los riesgos psicosociales no son inherentes a ciertos trabajos. La mayor parte de las condiciones que originan la exposición a esos riesgos pueden ser cambiadas. Lo que ocurre es que en la mayoría de las empresas los riesgos psicosociales no se evalúan, ni se planifica acción preventiva alguna. Y en la minoría de empresas en las que se han evaluado los riesgos psicosociales no hay intervención posterior.

A pesar de que las empresas deben evaluar los riesgos psicosociales de sus empleados y empleadas, no se están desplegando los instrumentos necesarios para hacerlo. En las evaluaciones de riesgos, que son obligatorias desde 1995, el escenario menos analizado es el de los riesgos psicosociales.

¿Dónde se encuentran las posibilidades de intervención frente a los problemas de salud derivados de la organización del trabajo? En el centro están las condiciones laborales y la necesidad de modificar el contenido de las tareas, las relaciones entre los trabajadores y trabajadoras entre sí y con los superiores en la realización de la labor, en cambiar las prácticas empresariales de gestión laboral y de producción. Hay que combatir el riesgo en origen.

La Agencia Europea de Prevención de Riesgos Laborales advierte que el mayor riesgo que existe actualmente es el exceso de carga y la intensidad en el trabajo, junto con los riesgos físicos. Por otra parte, el síndrome del desgaste profesional o burnout es una dolencia que la Organización Mundial de la Salud incorporó a la Clasificación Internacional de Enfermedades en enero de 2022 y que, sin embargo, más de un año después España sigue sin reconocer en su catálogo.

El conocimiento y las leyes son necesarias, pero no suficientes. Hay que crear mejores condiciones de trabajo. “Combatir la precariedad laboral y sus efectos en la salud mental de la población requiere promover un modelo laboral más democrático, saludable y sostenible”. Así lo recoge entre sus recomendaciones generales el estudio sobre el impacto de la precariedad laboral en la salud mental, encargado por la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que se ha dado recientemente a conocer.

El coordinador del Estudio, Joan Benach, doctor en Salud Pública y catedrático de Sociología, habla de una precariedad “omnipresente”, muchas veces oculta, bajo la que trabaja y vive la mayor parte de la humanidad. Y explica que “el mal empleo” al que se ven abocadas muchas personas trabajadoras, obligadas a aceptar en ocasiones salarios míseros en condiciones laborales nocivas, acaba generando daños en la salud, sufrimiento psíquico y trastornos mentales. Y entiende que no se trata de un fenómeno privado, sino de un problema colectivo de primer orden cuya solución debe ser política. “Mejorar la democracia laboral podría ayudar a obtener empleos más justos y trabajos más dignos y saludables”. Evitar la precariedad, dar seguridad a todas las personas y preservar su salud “debe ser el imperativo ético de todo gobierno”.

Por la experiencia acumulada, sabemos que la prevención resulta más efectiva donde existe participación sindical. Con el objetivo de defender la salud, y con los derechos que nos otorga la Ley de Prevención de Riesgos Laborales a los representantes de los trabajadores y trabajadoras, podemos discutir con el empresario, con toda legitimidad, sobre la organización del trabajo, para que sea más saludable, justa y democrática.

No hay tiempo que perder. Urge actuar desde diferentes enfoques para reducir o erradicar estos efectos dañinos sobre la salud mental y visibilizar una problemática que, según los datos, va en aumento, y cada vez preocupa más a la población trabajadora. CCOO seguirá comprometido con ese objetivo.