¿Por qué las personas ricas no arriman el hombro?

  • Tribuna de José Manuel Zapico, Secretario general de CCOO de Asturias, en La Nueva España

Hacer frente a la crisis provocada por el coronarivus, y los estragos que está causando en la economía y el empleo, va a requerir una colosal inyección de dinero. Para ello tenemos que tener en cuenta que, como consecuencia de las drásticas y necesarias medidas adoptadas para atajar la pandemia, los ingresos públicos han caído en picado. De hecho, según el Banco de España, la economía de nuestro país se hundió un 34% en las primeras dos semanas del estado de alarma. Solo en abril las exportaciones asturianas, por ejemplo, cayeron el 22%.

17/08/2020.
Tribuna del secretario general de CCOO de Asturies en "La Nueva España"

Tribuna del secretario general de CCOO de Asturies en "La Nueva España"

Mientras disminuyen de forma pronunciada los ingresos, aumentan “obligatoriamente” los gastos para poder salvar vidas, proteger el empleo y nuestra economía. Cuatro ejemplos ilustrativos: 16.000 millones a las comunidades para compensar el gasto sanitario y social; 3.000 para hacer frente al ingreso mínimo vital; 4.262 para salvar el turismo; 2.690 para el sector del automóvil. Y todo es “insuficiente”, la palabra más repetida, seguramente con razón, por todos los destinatarios de las ayudas públicas. Al final, el Estado (antes tan denostado y ahora convertido en escudo y salvador de todas las contingencias, como ocurre siempre en las grandes crisis) prevé llevar a cabo una inversión de 150.000 millones y la Unión Europea parece ser que está dispuesta a realizar un esfuerzo financiero sin precedentes.
El país necesita reforzar el sistema de salud y la red sociosanitaria, e invertir en investigación como mejor receta para encarar esta pandemia y las que vengan. Al mismo tiempo, urge revitalizar la economía y rescatar a millones de personas del desempleo, garantizando mientras tanto sus necesidades básicas. Evitar la desigualdad es nuestro principal reto y no podemos mirar hacia otro lado cuando un reciente informe de la ONU nos vuelve a sacar los colores como país, señalando el fracaso de nuestras políticas públicas para luchar contra la pobreza grave y severa, que sufren una de cada cuatro personas en nuestro país, una de las tasas más altas de Europa. No es un tema menor, porque la precariedad ha conseguido que tener un empleo no sea suficiente para escapar de la pobreza: somos el tercer país de la UE con mayor tasa de pobreza laboral. Los sueldos de hojalata tienen otras consecuencias: uno de cada dos españoles tiene alguna dificultad para llegar a fin de mes. Y la crisis sanitaria ha agravado, sin duda, esta situación de vulnerabilidad para la mayoría social.
Y mientras la pobreza se extiende, la riqueza se concentra sin importar crisis internacionales, recesiones o guerras comerciales. En nuestro país hay 235.000 grandes fortunas, según los últimos datos publicados esta misma semana.
No hay otra: los ricos tienen que arrimar el hombro. Es necesario aumentar la contribución fiscal, equiparándola al resto de Europa. Como dice Guy Standig: “Hay que construir un sistema defensivo para mañana”. Y para conseguirlo, los impuestos son el único camino. Pero parece que las personas más acaudaladas de aquí no lo ven así. Se acaba de hacer pública la carta millonarios y millonarias de todo el mundo pidiendo pagar más impuestos para luchar contra el coronavirus, y ninguna de las firmas es española.
La fiscalidad en nuestro país es injusta. Un sistema no es justo cuando el mayor peso recae sobre las espaldas de los trabajadores y la gente corriente o apuesta por la fiscalidad indirecta que no discrimina entre una persona sin recursos y un millonario. Además, es falso que aporten más los que más tienen: mientras las grandes empresas tributan con un tipo efectivo del 7 y del 8% (según reconoció el propio Cristóbal Montoro) cualquier autónomo paga, como mínimo, el doble.
Ya antes de desencadenarse la crisis del coronavirus, CCOO había elaborado una propuesta fiscal en la que defendía un sistema progresivo en la recaudación y distributivo en el gasto. Y sugería reconsiderar los beneficios y reducciones fiscales (un traje a medida para las grandes corporaciones y fortunas) para reequilibrar la carga entre las rentas del trabajo y las rentas del capital.
Además de reordenar la estructura fiscal, elevando la imposición directa sobre la riqueza y los ingresos y disminuyendo la indirecta sobre el consumo, sería necesario reforzar la lucha contra el fraude y la evasión fiscal porque somos el país europeo con menos inspectores de hacienda. La consecuencia es clara, nuestra economía sumergida dobla la media europea: recaudamos 75.400 millones anuales menos de media que el resto de países de la Zona euro. Lo que se traduce en menos camas hospitalarias, menos profesores y profesaras, o retrasos en las ayudas a la dependencia…
Así es: la sanidad y la educación públicas, las infraestructuras por las que viajan mercancías y personas, la seguridad que garantiza las condiciones para el comercio y la actividad económica, las ayudas que reciben las empresas, el rescate de los bancos o las prestaciones dirigidas a las familias con dificultades tienen un común denominador: todo se paga con nuestros impuestos. Y no hay democracia plena sin impuestos justos.
Hay que ser valientes. Franklin D. Roosevelt, que no era un “revolucionario”, lo fue para afrontar la Gran Depresión. En la década de los años 30 del pasado siglo, el presidente demócrata elevó hasta el 79% los impuestos a los más ricos. El desempleo bajó del 25 al 10% gracias a una fortísima política de empleo público sufragada por un Estado capaz de recaudar ingentes cantidades de dinero. Y fue reelegido. A finales de 1942 se los subió al 81%. Lo explica Sam Pizzigati en Los ricos no siempre ganan.
Porque otra cosa que nos falta, que necesita nuestro país, es adquirir “conciencia fiscal”. Si conocemos cómo se gastan nuestros impuestos y si se sigue un control del gasto público eficaz y riguroso, aumentando el rechazo al fraude, vamos a fortalecer el bienestar del conjunto de la sociedad. Seremos un país mejor.
Y es que en definitiva, estamos de acuerdo con Bill Gates cuando afirma respecto a los impuestos: "Creo que los ricos deberían pagar más de lo que pagan".