Otra forma más de violencia contra las mujeres: la económica

  • Tribuna de Úrsula Szalata, Igualdad de CCOO de Asturias, en "La Nueva España"

26/12/2024.
Violencia económica

Violencia económica

No abonar la pensión de manutención, dejar de pagar la guardería, impedir que las mujeres accedamos a las cuentas, humillarnos y maltratarnos cada día con el dinero… son realidades demasiado habituales, lamentablemente. La violencia económica, ejercida por un “agresor” o “abusador financiero”, es una de las muchas violencias estructurales que sufrimos las mujeres, aunque no sea tan conocida ni reconocida. Y al igual que lo que no se nombra no existe, lo que no se contabiliza tampoco sale a la luz. 

De hecho, la violencia económica ni siquiera tiene un reconocimiento legal claro. A pesar de que el Convenio de Estambul ya asumía en 2014 la existencia de violencia “física, sexual, psicológica o económica”, la primera sentencia del Tribunal Supremo que alude a ella en nuestro país no llegó hasta 2021. Poco más hasta 2024. 

Por tanto, es urgente que el alto tribunal lo aclare y unifique criterio. Y cuanto antes. Lo advirtió recientemente la magistrada suplente de la Audiencia Provincial de Asturias Paz Fernández-Rivera, durante la ponencia que ofreció en la jornada organizada por CCOO en el Nalón: hay ausencia de legislación sobre violencia económica; confusión de cuestiones de orden civil y penal por falta de formación financiera de los operadores jurídicos; problemas con la carga probatoria; escasa educación financiera; falta de criterio unánime en las audiencias provinciales a la hora de establecer el juzgado competente para conocer de los asuntos relacionados con esta materia. 

Así las cosas, en algunas comunidades autónomas, dependiendo de la Audiencia, te pueden enviar a un juzgado de violencia de género y a otro de instrucción (por razón económica). Un peregrinaje judicial que deberían evitarnos.

Tampoco podemos ignorar que la violencia económica existe, y de qué manera, fuera del marco de convivencia. Por lo tanto, necesitamos abrir ese marco. Lo explica bien Carmen Castro, una economista y feminista de referencia, que participó también en la jornada.

La autora de Claves feministas para transiciones económicas advierte de que hay una violencia sistemática que el propio modelo económico ejerce contra las mujeres, y las niñas. Al “conducir” a las mujeres hacia el trabajo doméstico y los cuidados no remunerados se nos priva de recursos, abocándonos a una dependencia indeseada. 

El mismo sistema se sostiene (con sus beneficiados y sus perjudicadas) en el trabajo gratuito que realizamos las mujeres dentro de los hogares. Si el sistema fuera un iceberg, el espacio de las relaciones mercantiles y de lo público estaría a la vista, y ahí es donde mira la economía; mientras permanecería oculta una gigantesca parte, que es la correspondiente al trabajo que realizamos gratis, y que ni siquiera se reconoce. Un trabajo, además, imprescindible para la vida y el sostenimiento económico de nuestras sociedades, que deberían estar haciendo en muchos casos las instituciones públicas. 

Así que quizá tengamos que ser más ambiciosas y radicales, e ir más allá de las medidas (que están bien) para atajar las brechas y de los planes de igualdad (que defendemos). Quizá haya que dar un vuelco al modelo económico y a nuestro sistema de vida, porque es evidente que el actual neoliberalismo patriarcal genera y cronifica la desigualdad y la pobreza, que nos afectan en mayor medida a las mujeres. Quizá haya que reformular y orientar de otra manera el sistema fiscal y las políticas de protección social para que atiendan como corresponde a quienes no han podido cotizar porque se lo han impedido, mujeres sobre todo. Quizá haya que avanzar con más decisión en las políticas de cuidados, con mayor implicación de los Gobiernos y las empresas y desde la corresponsabilidad de los hombres. Quizá haya que perseguir mucho más enérgicamente la trata y el tráfico de personas, otro negocio miserable que se aprovecha de nosotras y de nuestra vulnerabilidad. 

Garantizar la independencia económica y desterrar todo tipo de violencias (no está de más incidir ello cuando se cumplen veinte años de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género) son dos pasos urgentes e imprescindibles que debemos dar como sociedad para que las mujeres podamos tener una vida digna, una vida segura, una vida buena. La que merecemos.