O habrá conflicto

  • Tribuna de José Manuel Zapico, secretario general de CCOO de Asturies, en "La Nueva España"

13/12/2025.
O habrá conflicto

O habrá conflicto

Durante la presentación de su último libro, el prestigioso economista español Juan Torres ha señalado que sufrimos la mayor desigualdad de la historia. Cada vez menos personas acaparan más riqueza mientras, aquí y allá, se hunden las clases medias y la pobreza se entiende como una silenciosa epidemia, haciendo mella particularmente entre mujeres, menores y personas migrantes.

Y esto no es solo injusto, sino que carcome los cimientos de la democracia, y acaba envenenando a la mayoría, que ve cómo sus esfuerzos apenas alcanzan para llevar una vida digna mientras cuatro ricos se reparten el pastel de la prosperidad que les deben a quienes la hacen posible. Muchos de esos ricos son precisamente los que financian a la extrema derecha y alimentan sus discursos antidemocráticos para forzar gobiernos afines que perpetúen sus privilegios. El caso de Donald Trump y su grosera alianza con los oligarcas de Silicon Valley es un ejemplo paradigmático: tú ayúdame a ganar que yo te ayudaré a ganar (más) a ti.

El último informe de coyuntura de CCOO recoge que en el tercer trimestre de 2025 los márgenes empresariales crecieron hasta su máximo histórico, con niveles de rentabilidad muy superiores a los que obtenían antes de la pandemia y de la crisis inflacionista… mientras los salarios han frenado su recuperación. También la productividad sigue creciendo y persiste su brecha en relación a los sueldos.

Eso por no hablar de los escandalosos (e inmorales) beneficios de la banca. El propio Observatorio de Márgenes Empresariales ha incluido como novedad en su último estudio la información relativa al sector financiero, que pulveriza sus propios registros, logrando un margen sobre ingresos del 19%.

Esto ocurre mientras la pobreza aumenta en España (4,3 millones de personas viven en la exclusión severa), los salarios de las personas trabajadoras no garantizan muchas veces una vida digna, y la juventud se las ve y se las desea para emanciparse en la jungla laboral de la precariedad y con unos precios de la vivienda desproporcionados y abusivos.

Hay que subir los salarios, empezando por el salario mínimo, un suelo que hay que afianzar, como acabamos de proponer los sindicatos. Porque el salario mínimo es el termómetro de la justicia salarial, de la salud del mercado laboral, de la decencia de una democracia.

Dentro de unos días culmina la vigencia del actual acuerdo para el empleo y la negociación colectiva. Así que tendremos que aplicarnos y negociar (presionando desde la movilización lo que sea necesario, como siempre hemos hecho) para acordar un nuevo AENC. Y queremos que el rumbo del mismo lo marquemos juntos y juntas, por eso hemos habilitado un proceso de participación, marcaelrumbo.ccoo.es, en el que tu opinión cuenta, ya que el futuro se negocia ahora. Un acuerdo en el que a buen seguro vamos a seguir reclamando la reducción de la jornada. O hay reparto o habrá conflicto. Cuando la injusticia se vuelve insoportable, hay que rebelarse contra ella.

También hay que atajar las horas extras no remuneradas. La patronal enfoca mucho su altavoz hacia el absentismo, confundiendo interesadamente al personal, al mezclar derechos (como los permisos por maternidad o las bajas por enfermedad) con la ausencia injustificada al trabajo, que es casi anecdótica. Pero ni mu del atraco consentido a la clase trabajadora que representan las horas extras que no se pagan ni cotizan, lo que aparte del robo a las personas representa un fraude a la Seguridad Social.

Una democracia que se precie no debería tolerar estos abismos y tiene mecanismos para hacerlo. El principal son los impuestos. Pero no vamos en la buena dirección cuando los más ricos tributan infinitamente menos, comparativamente, que las clases medias o trabajadoras. Pero luego, ellos mismos quieren buenas autopistas, más inversión en I+D, subvenciones públicas a la exportación de sus empresas.

Un Estado social y de derecho tiene que tratar a todas las personas por igual, con especial atención a quienes más lo necesitan. Por eso es tan importante la educación y la sanidad públicas, y una buena protección social. Eso se financia con los impuestos.

Y no debería producirse ninguna confrontación partidista (en los países escandinavos, los más avanzados del mundo en equidad y justicia social, no peligra el Estado de bienestar cuando se produce un cambio de gobierno, porque hay avances y conquistas que no se tocan). La fiscalidad justa y progresiva debería ser una cuestión asumida por el conjunto de la sociedad, porque es la sociedad en su conjunto la que sale ganando.